GRANADA

10.08.2018

Llegue a ti como cualquier persona que llega a cualquier parte sin saber a donde va.

Llegue a ti, solitaria, sin tener ni idea de todo lo que iba a ocurrir.

Llegue a ti con ese miedo innato que se tiene a lo desconocido, con mi voz quebrada y mis temblorosos pasos.

Llegue a ti, temerosa pero impresionada, incapaz de creerme aquel milagro que mis ojos podían ver.

Llegue a ti, sí, para quedarme. Y hoy, después de cuatro años, me despido.

Sin duda alguna lo peor de estos cuatro años fue la primera vez que me despedí de mis padres. Allí llegamos, con más maletas que manos. Intentando poner orden en aquellos metros cuadrados que iban a ser mi casa. Y de repente, en aquella calle, de pie y sola, vi como se iban en el mismo coche que me habían traído.

-¿Y qué hago yo ahora? - me repetí una y otra vez.

Pasaron los días en aquel gran hogar lleno de gente que hasta entonces eran desconocidos para mi, pero más tarde se convertirían en mi día a día.

Me has dado tanto, Granada. Enseguida me abrazaste y pusiste en mi camino a personas increíbles que jamás imaginé que podría conocer. Me diste risas, de esas a las 3 de la mañana, en época de exámenes por los pasillos de la resi sin poder hacer mucho ruido. Me diste sorpresas, como aquella primera que recibí el día de mi cumpleaños, de 3 locas cantándome mientras bajaban las escaleras para ir a comer, y yo embobada. Me diste miedo, aquel que sentí el primer día que fui a la facultad. Pero enseguida me diste seguridad, al conocer a las que hoy llamo amigas, Trío LaLaLa + 3MLC + 1I. Me has dado agobio, estrés, esos miles de trabajos con los que pasábamos cientos de horas sentadas en esas mesas del hall, pero que luego se compensaba con una merienda de tostada con "foagrá" o paté, ya eso depende de donde seas. Me has dado amor, mucho amor. Amor que queriendo o sin querer llegó, de sopetón, de golpe y porrazo, sin esperarlo. Llegó de puntillas y sin hacer mucho ruido, y de la misma forma se fue. Me has dado incertidumbre por conocerte entera, de la Alhambra al Albaicin, del Veleta al Sacromonte, de mi casa a la tuya. Me has dado frío y calor hasta los más increíbles límites. Me has dado cariño, ese que he tenido durante mis prácticas con los más pequeños, y sin duda es el amor más puro y sincero que he recibido. Me has enseñado que un piso de dos también es una familia. Que a veces no se necesita tanto para ser feliz, que hay que valorar los pequeños detalles: pasear por Gran Vía con un helado de los italianos, llegar helada a casa y darte una ducha caliente, salir tarde de clase y tener la comida lista. Gracias por todos esos pequeños detalles que me has enseñado a valorar. Por haberme acogido en tus brazos y acunarme cuando más lo necesitaba. Granada, has sido mi casa, mi hogar y parte de mi vida.

Te he vivido tanto estos años que no sé cómo hacer para desvivirte ahora.

Gracias por tanto, Granada.

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