BASTA
Viniste apresurada a mis brazos buscando un refugio en el que aguardarte. Estabas pálida, apenas era capaz de vislumbrar tus ojos entre sollozos. Tus labios estaban fríos, y como de costumbre los tenías rotos en mil pellejos. Yo no entendía nada, me limité a abrazarte y darte el calor de mí, para ti.
No eras capaz de murmurar una sola palabra, tu alma sobrecogida se apoderó de tu voz.
Y es que a veces no entendemos que lo único que necesitamos es un abrazo en el que sentirnos como un recién nacido en el pecho de su madre. Sentirnos protegidos y queridos.
En la mayoría de situaciones difíciles queremos dar explicaciones a todos de todo, primero para justificarnos y segundo porque nos las piden. Y no somos conscientes de que lo primordial es sentirnos cómodos con esa persona, tener confianza en ella y, aun así, no es necesario contarlo todo.
Es esta agonía que hay en la sociedad por conocer cada detalle que pasa en cualquier situación ajena.
Basta ya de tener que ir justificándote cada paso que des.
Vive tu vida, que es tuya. Sin dar explicaciones, sin justificaciones.