2020
2020, ¿cómo despedirme de ti?
Empezamos llevándonos genial, con la máxima euforia que puedes tener al abrazar y besar a tu familia sin miedo. Salí, salté, bailé, y pasé ratos increíbles junto a personas más increíbles todavía.
Hablo de aquella tarde que solo era una merienda. De ese finde que solo supe decir sí a todo. De acabar las botellas de vino. De los donuts que me comí luego. Del frío de Granada directa a la escapada de Madrid. De no parar de reír.
Y de repente empezamos a vernos por pantallas. A tener limitaciones horarias. Y bueno, qué voy a contar.
No se cómo lo hiciste, pero 2020 me has dado lo peor y lo mejor. Me enseñaste a quererme bien, a dejar, a soltar. Me enseñaste a respirar, a calmar mis sentimientos y a dejarlos fluir tal como son. A no moldear nada. De las noches de insomnio pasé a dormir mejor que nunca. Y es que no hay mejor almohada que una conciencia tranquila.
Y todo lo que me quitaste, me lo has devuelto multiplicado.
Gracias por darme el mejor verano de mi vida hasta el momento, porque os aseguro que nunca he sido tan feliz. Hablo de mi equipazo, de los tantos paseos por la playa, de las risas con Sergio, la complicidad con Mario, el cariño de Montse y la ternura de Marienka. De las súper vacaciones con mis amigas. La suit nupcial. Nuestra piscina. De todos esos días en los que solo he podido sentir plena felicidad.
Gracias.
Gracias porque esa etapa terminó. Y una vez más me vuelves a sorprender. Con una maleta llena de ilusiones y casi 5 horas de viaje después me plantas delante mi sueño hecho realidad.
Gracias, gracias, gracias.
Gracias porque con esos 25 pequeñajos he aprendido tanto.
Y gracias sobre todo a la persona que quiso estar conmigo y compartir mis nervios, mi ilusión y mi sueño.
Desde luego, 2020, no me has podido sorprender, ni más ni mejor.